Yo
no creía en el amor a primera vista, ese que hace que al mirar al otro sientas
un terremoto interior que te nubla los sentidos, ese que te acelera el corazón,
ese que logra que el tiempo se congele, ese que te hace despertar con ilusión
todas las mañanas y saltar de la cama con energía, ese que te hace ir por la
calle con la cabeza en otro mundo y una sonrisa de felicidad absoluta, ese que
te obliga a escuchar canciones románticas una y otra vez… Yo pensaba que eso solo sucedía en las
películas o en mi imaginación, hasta que un día lo viví.
Fue
en otra de mis citas, esta vez a penas habíamos intercambiado unas frases por
Whatsapp y sabíamos muy poco el uno del otro, pero aún así algo nos hizo querer
conocernos al día siguiente.
Punto
de encuentro: La Bicicleta (Malasaña, Madrid).
Hora:
7.30 PM
Dia:
Domingo
Fecha:
27 de Octubre
A
los dos minutos de tenerle delante sabía que ese chico me volvía loca y que ese
sentimiento era algo incontrolable para mí, que iba más allá de la razón.
La
tarde fue pasando entre cañas, risas, anécdotas, miradas, sonrisas,
confesiones…y sin a penas ser conscientes de ello nos dieron las 12 de la noche.
De camino a mi casa me invadió la inseguridad, ¿habría sentido él lo mismo?
Intenté leer, intuir, averiguar, descifrar, descodificar su lenguaje no verbal
en busca de una señal que me indicara que Sí, que al despedirse de mí me daría
un beso de película…pero no fue así (más tarde me confesó que él sintió la
misma incertidumbre y esperaba que fuera yo quién diera el primer paso…) Así
que desobedeciendo a mis ganas, le planté dos besos de despedida (dos besos de
madre, como el lo llamó) y me fui.
El
tiempo que transcurrió entre que llegué a mi casa y recibí su whatsapp fue una
eternidad en la que no podía borrar sus ojos azules de mi cabeza…y de pronto las palabras mágicas…aquellas que confirmaban que también para el había
sido especial.
A
partir de ese momento todo sucedió deprisa, como si quisiéramos desafiar al
tiempo. Buscábamos cualquier oportunidad para vernos y todo era intenso,
pasional, desmedido, especial, delicado… y fue ese mix de factores lo que llenó
de sentido a mi vida aquellos días. El barrio era más hermoso desde que el apareció
y yo me sentía renovada, ilusionada, feliz!!!!
Confieso
que no fui capaz de manejar mis expectativas. Todo lo que me decía tenía un
sentido especial para mi. Recuerdo que llegamos incluso a fantasear con la idea
de viajar a Florencia para ver la puesta de sol, o de comprarme un casco para acompañarle
en sus rutas con la moto…fui incapaz de no pensar en planes de futuro con él.
En aquellos días el tiempo se paró para mí. Vivía en una burbuja, en un sueño que quería disfrutar intensamente, no sin sentir cierto vértigo pensando que eso no podía estar pasándome a mi y que en algún momento todo se esfumaría…y así fue. Tan rápido como entró en mi vida, salió. Su cabeza se llenó de dudas por una relación anterior que no había superado, y decidió volver con ella. Como en todo proceso de duelo, sentí tristeza y rabia por haberme creído que estábamos jugando al mismo juego, sin darme cuenta de que él tenía una partida a medias con otra.
Evidentemente
me sentí desconsolada, cabreada, estafada, estúpida…le había creído cuando me
decía que yo era alguien especial y me pasé de inocente, a mi edad… algo imperdonable!!! Con esto aprendí dos cosas importantes:
· El significado que le damos a las palabras es muy diferente para
hombres y mujeres. Nosotras utilizamos las palabras para expresar sentimientos,
mientras que para ellos las palabras son solo eso: palabras, que pueden decir
sin unir a un sentimiento.
· Ellos son “corto plazistas” en sentimientos y palabras, es
decir, lo que te dicen hoy solo es válido para hoy, puede que lo estén
sintiendo y pensando en ese momento concreto, pero mañana es otro día para
ellos y es probable que piensen e incluso sientan lo contrario.
A
pesar del NO final feliz de la historia, no me arrepiento de haberme dejado
llevar ni de haberlo vivido con toda su intensidad, porque durante un mes
recuperé la ilusión por el amor. Fue como una bocanada de aire fresco que llegó
a mi vida de forma inesperada, un regalo que me hizo vivir experiencias nuevas
y dio emoción a mi vida. A veces, la importancia no está en el tiempo que duren
las cosas, sino en la forma de vivirlas, en como se aprovechen y disfruten.
Gracias a él tuve mi NOVIEMBRE DULCE, y con ese recuerdo me quiero quedar,
porque nadie hasta ese momento me ha hecho sentir tan especial, y porque lo fuimos todo sin llegar a ser nada.